Cuenta la historia que un 19 de Enero, lunes de luna nueva, nació una niña bajo el signo de Capricornio.
Su cabecita pelona no pudo predecir la larga y lacia cabellera rubia que la acompañaría toda su infancia. Recogida de lunes a viernes en una espesa cola de caballo y suelta e indómita sábados y domingos. Los rayos del Sol la fueron cubriendo de hermosos reflejos que siempre conseguían que sonriera cuando se veía reflejada en el espejo.
Sin darse cuenta de todo lo que palpitaba en su interior y no acertaba a ver en el espejo.
Sus grandes ojos del color del chocolate caliente daban buena cuenta de su herencia materna y sus rectas cejas, que en ocasiones fueron una solo, de su herencia paterna.
No penséis ni por un minuto que su herencia terminaba aquí, lo mejor estaba por llegar, revuelto con inmensos pinos albal de un monte infinito coronados por un pico nevado, y billones de granos de arena bajo sus pies que cubrían el suelo que pisaba hasta llegar al océano derramado en una tacita de plata.
Las diminutas ojeras que enmarcaban sus ojos eran cosecha propia, y siguen con ella al día de hoy.
Dudaba si ser capricornio sería el motivo o la razón, huelga decir que todo lo que quedaba atrapado en su mirada siempre rondaba sus pensamientos.
Su madre la observaba en su regazo mientras su mirada se perdía en el horizonte y se preguntaba que estaría pensando. Pensando , ese es el verbo exacto, su cabeza se llenaba de preguntas sin respuesta, miles de preguntas, millones, su curiosidad nunca la abandonaría.
Su padre la llamaba su princesa, y ella torcía el gesto con una mueca que solo conseguía robar besos y besos. Pero es que ella no quería ser princesa, ¿ qué podía tener eso de divertido? ella quería ser Dragón, volar al infinito para luego caer en espiral, y echar fuego por la boca con una llamarada de 1 km.
Lástima qué nadie pensara igual que ella y con el paso de los años lo olvidara, su cuerpo se vio envuelto en las creencias que otros tenían en su lugar, creencias que limitaban sus sueños.
Cuando cumplió 46 y volvió a encontrar a su dragón volvió a pensar que quería echar fuego por la boca y con una llamarada de 5 km prendió, hasta convertirlo en cenizas, todo lo que no quería ser, lo que no quería decir, lo que pensaban los demás, y la columna de humo llego a tal altitud que la legua de fuego se veía a kilómetros de distancia.
Y sonreía al recordar como caminaba por la acera dando pequeños saltitos esquivando a las pequeñas hormigas para no pisarlas, y cuando un día en la arena se encontró una gran hormiga negra y entró corriendo donde estaba su madre para decirle que había visto un toro.
las tardes sentada en el borde de la cama mirando a su madre mientras se arreglaba, el maquillaje , el pelo y las joyas y cuando ella le preguntaba ¿ estoy guapa? su boca le traicionaba y dejaba escapar la pregunta que realmente había estado haciéndose
"Mama cuando te mueras tus joyas serán para mi? "
Su madre la miraba sonriendo de medio lado mientras entrecerraba los ojos para ver si así podía ver que se escondía detrás de esos ojos del color del chocolate caliente.
La pregunta de su madre era obvia, ella era la mas guapa del mundo, y no vio porque tenía que decir lo que era obvio.
Cuando miraba a su padre, su fan número uno, también se hacía muchas preguntas. Su padre era el mejor pero al lado de su madre la balanza estaba desequilibrada, incluso sus abuelos lo decían, es que ELLA era la más guapa del mundo y según supo años mas tarde su padre era el mas simpático del mundo, del de su madre claro.
Creció y llegó la adolescencia y como no conocía los dos mejores lugares de la tierra para disfrutar de ella, Covaleda y Cádiz.
Esa mezcla de espeso monte y ardiente mar la convirtió en una preciosa mujer , que amaba hasta lo inusitado , era leal y cariñosa.
y el presente recorría sus días, el pasado la empujaba con la tenacidad de unos maravillosos años, y la cualidad de perdonar y perdonarse.
SOLA ANTE EL PRESENTE.
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