A LA DERIVA
Cuando la vida hace y deshace, sin autorización previa, ocasionalmente nos lleva a la deriva.
Imagina un barco sin capitán, con las velas rasgadas por el huracanado viento durante una tormenta que parece eterna y sin ancla que te mantenga en lugar seguro.
En mi caso la vida fue una verdadera hija de puta con balcones a la calle, lo mires como lo mires.
Aquel Lluvioso martes de mayo de 2019 dónde la humedad era de un 120%, o eso decían mis senos, en los que las gotas de sudor se quedaban aprisionadas sin escapatoria vital.
Lo que a su vez me obligaba siempre a dedicar unos segundos del día a levantarlos, ayudada de mis manos, ya que su tersura brillaba por su ausencia.
El derecho con la mano izquierda y viceversa, para lentamente retirar ese agonizante fila , que formaban las gotas de sudor, y que por fin se veían libres.
Recostada en mi perfecto sofá aquel lluvioso martes en ese Chester de terciopelo azul, del que me enamoré irremediablemente, ese perfecto sofá que a pesar de ser Chester y azul no me daba la felicidad en el momento que mas lo necesitaba.
Solo me ofrecía comodidad y una pequeña deformidad en mi lado del sofá con la forma casi exacta de mi preciado trasero.
Digo exacta porque en los últimos 3 años ha cambiado de forma, de tacto y de peso.
Exactamente los últimos 3 años en los que un ente ha gobernado MI VIDA, después de un golpe de estado del que no recuerdo las consignas.
Mi vida la que yo elegí, la que tenia un camarote para mis hijos, otro para mi matrimonio, esa vida con salvavidas de un llamativo color naranja que adornaban toda la barandilla del barco, a babor y a estribor, a juego con mi exigencia, esa vida que hacia aguas y que finalmente naufragó en 2015.
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