Podía considerarse una gran anfitriona sin duda alguna, ahora empezaba la preparación de la noche mas bonita del año, según ella claro.
En Noviembre ya se colaban en su cabecita ideas para la decoración l para esa cena tan especial, tenía en cuenta la mesa de madera maciza que llevaba en su familia 5 generaciones.
Las manos del bisabuelo Santiago comenzaron el trabajo, en aquel monte soriano que proveía de madera todos sus sueños que siempre se hacían realidad.
La materia prima era lo primero, preparaba su hermoso caballo percherón marrón chocolate con una preciosa crin color vainilla, lo suyo fue un flechazo en toda regla. Al amanecer le ponía sus arreos, se subía a su lomo cubierto por una manta de lana merina que hacía su madre y caminaban hacía el arrastradero.
No creo que el bisabuelo hubiera oído hablar de la meditación allá por 1895 y sin embargo llevaba haciéndolo mas de 20 años.
Sus paseos con Orión, como llamo al percherón, en silencio sin pensar en nada concreto solo disfrutando de ese monte dónde los pinos se agolpaban, disfrutando del ruido que hacían las enormes patas sobre el pavimento a veces cubierto de nieve, la caricia rítmica sobre su cuello, la brisa o el viento sobre su rostro.
¿ Puede haber mejor meditación?
En la feria ganadera de 1895 llegó un comerciante de "La Perche" una localidad Francesa y todos los caballos que tenía en venta eran percherones justo lo que el bisabuelo necesitaba para trabajar en el monte.
El contaba como sus miradas se cruzaron y supo que Orión era el elegido, lo demás fue una historia de amor que duró 28 años.
Tardó meses en terminar la preciosa mesa, Orión arrastró los troncos, el bisabuelo primero uso la descortezadora de troncos una vez limpio de corteza aparecía majestuosa la madera lista para ser transformada. Necesitó varios troncos , su idea desde el principio era construir una mesa a la cual se sentara toda su familia y la que estaba por llegar.
Cuando Nora la miraba llegaban a su memoria esos momentos de felicidad que hay que atesorar por siempre.
A veces pensaba que la propia mesa disponía los hechos, con sus enormes vetas que recordaban ondas en el río después de lanzar una piedra. Durante los años fueron oscureciendo hasta transformarse en un bello reflejo de la Naturaleza, de la majestuosidad del árbol que un día fue.
La boda de todos los hijos del bisabuelo Santiago, incluido el abuelo José, la boda de sus nietos, bautizos de biznietos y por supuesto todas las comidas de Navidad.
Nora Extendió el mantel bordado que la abuela Goya hizo a medida de la mesa y de la gran familia, dispuso la cubertería que compró su padre en un viaje a Portugal y por último la cristalería que Nora compro en el anticuario.
Con el tiempo hicieron bancos de madera que esa noche adornaban cojines de lenguas mallorquinas. Se mezclaba tradición y toque chic al igual que en la cena
Todo listo para la siguiente generación.
Una tradición que perduró durante años la empezó como no el bisabuelo que meditaba sin saberlo. Antes de cenar todos los días pedía a cada uno de los comensales que dieran las gracias por algo que hubiera sucedido ese día.
Y esta tradición transformo la vida de todos, se convirtieron en hombres y mujeres felices por lo que tenían y nunca pusieron el foco en lo que les faltaba que por 1910 era mucho.
También transformo la de Nora
Una vez dispuesta la mesa Nora la miraba agradecida porque aunque con el paso de los años fueron faltando comensales el amor seguía siendo infinito.
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