La brisa de aquel otoño llena de ocres, amarillo y verdes soplaba suavemente, rozando apenas su nuca, la cual quedaba al descubierto entre su gorro y el cuello de su chubasquero negro, hasta conseguir que sus recuerdos se erizaran.
En sus cascos Sam Smith, Lennon, Bod Dylan , acompañando sus movimientos que crujían a cada paso que daba, con las hojas que no dejaban de caer cubriéndolo todo.
Sus finas manos, con largos dedos de pianista resguardadas en el bolsillo de su chubasquero, no llevaba guantes y salían de su escondite solo lo necesario. Pare recoger las hojas color ocre y las piñas pequeñas con las que haría una corona para la puerta .
Su nariz ,que al comienzo del paseo era del mismo color que el resto de la cara ahora comenzaba a destacar por su color rojo. El frío de otoño siempre jugaba con ella, la maquillaba a su antojo.
Nunca se había parado a pensar en todo lo que le aportaban esos paseos por el monte. Observar los cambios que el otoño otorga a árboles y matorrales. Incluso si fijaba mucho la vista podía admirar el cambio en las especies animales.
Su cuerpo se resentía durante los primeros 20 minutos, sus tensos músculos pedían a gritos una tregua, pero su corazón estaba feliz latiendo más rápido a cada minuto.
Sus piernas, poderosas en otra época , se entumecían con la humedad que llegaba del río Duero, hasta que entraba en calor y ya nadie podría parar. En su espalda pasaba todo lo contrario, tensa al principio según aumentaba el paso se relajaba con el sonido del pájaro carpintero y el cárabo.
La música sonaba y lo que le devolvía el monte se convertía en una película llena de esperanza, de amor, de vida, de convivencia.
Respiraba hondo con las manos apoyadas en sus caderas, y no podía dejar de sonreir. Observaba los pinos centenarios, los puentes de otro siglo y los gigantes hormigueros.
Inhalaba con los ojos cerrados y exhalaba bloqueos, nervios, pensamientos anticipativos,
inhalaba de nuevo sintiendo el aire fresco entrando por sus fosas nasales, pasando por su garganta hasta llegar a sus pulmones, exhalaba llevándose lo que hay qué dejar ir.
Su mirada se detenía en algún árbol caído en la tierra mojada, contaba los aros que tenía el tronco, como aprendió de pequeña, para calcular los años que tendría, y en ese hermoso y silencioso monte era ella la más joven.
Se percató de pequeños golpecitos, en algunos de los árboles, giraba y giraba con la cabeza hacía atrás buscando su origen, hasta que lo descubrió.
Su primer pájaro carpintero, en lo alto del tronco ,golpeándolo con su hermoso pico como si mandara un mensaje en código morse.
Por fin estaba en casa.
Comentarios
Publicar un comentario