Hacía tanto tiempo, que no recordaba desde cuando las semanas comenzaban en miércoles.
Su padre le contaba muchas historias de cuando era pequeño y las semanas comenzaban los Lunes, de como los Domingos iban todos a misa, para luego bajar a la plaza y tomarse un vermut. De la ilusión desbordante que emanaban los viernes dando comienzo al ansiado fin de semana.
Había estudios qué incluso adjudicaban al Lunes Azul el día más triste del año.
Los lunes fueron protagonistas de muchas canciones y de algún que otro poema. Su buena fama no les precedía, tenían tantas connotaciones negativas como púas puede tener un erizo, excepto para mi abuela Mafalda , para ella todos los días eran igual, no importaba como los llamaran ella los vivía todos intensamente.
Algo que intentó transmitirme con ahínco, con paseos a la luz de la luna, con cuentos de mujeres de la familia, la semilla de la tierra, según ella, me dedicaba todos los veranos, cuando todo el mundo duerme, envueltos en abrazos que conseguían cortar mi respiración.
Lo que a ella le hacía estremecer a otros les inquietaba la vida.
Se crearon asociaciones a favor de los lunes y por ende en contra de los miércoles, pobres días
¿acaso la decisión fue suya ?
Obviamente no, después de la pandemia las palabras se deshacían en la garganta de cualquier manifestante.
Siempre había algo por lo que luchar, algo que defender a ultranza.
Los miércoles fueron el primer cambio de muchos que quedaban por venir.
Los cambios cuestan, si eres perfeccionista cuestan doblemente, o eso decían todos los psicólogos expertos a los que había consultado
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