EL PRIMER ENCUENTRO |
Nuestra relación estaba cambiando, cumplir años tenía algo bueno, y no era envejecer.
Los dos sabíamos el amor que nos profesábamos, y además aquello no era amor, era sólo sexo.
La primera vez que le vi fue desayunando en mi bar de cabecera, hacia muchos años que lo hacía y nunca había coincidido con el.
Estaba sentada al final de la barra y desde allí podía ver a todo el mundo qué entraba y salía.
Después del segundo sorbo al café le vi entrar, cuarenta y tantos, cabellera poblada de canas, ojos verdes, debía medir uno ochenta. Y mis ojos se detuvieron en el lugar en el que mi mente quiso, imaginando que escondería ese vaquero desgastado y ajustado.
Calculé el momento en que llegaría a mi altura y pude dejar caer a tiempo mi foulard azul, justo para que el se agachara a recogerlo.
Estaba sentada en una banqueta, con mi pequeño vestido de punto negro que dejaba mis piernas al descubierto.
Pude fijarme como él mientras recogía mi foulard no dejaba de mirarme hasta que nuestras miradas se cruzaron y con una leve inclinación de cabeza sonreí para después darle las gracias.
En ese momento la electricidad que recorría todo mi cuerpo llegó hasta su mano al tocar levemente la mía.
Mantuvimos la mirada unos segundos más, antes de continuar hacia su mesa.
Perfecto, pensé, ya te tengo dónde quería.
El segundo día, coincidimos a la misma hora pero esta vez el ya estaba dentro (hum dentro, un escalofrío recorrió mi espalda).
Estaba sentado al final de la barra en el último hueco libre.
Al entrar Armando me dio los buenos días, como venía haciendo desde hacía 8 años y al contestar él levantó la mirada del periódico que estaba leyendo, para mirarme de soslayo pero detenidamente.
Me encantaba sentirme observada y a mis curvas también.
Cuándo llegue a su altura me tropecé levemente, lo justo para que mis pechos rozaran su espalda y mi sonrisa esbozara una disculpa.
Tu y yo acabaremos follando, ya lo verás, pensé, y su voz profunda me sacó de mis pensamientos .
- Estas bien?
- Si claro, todo lo bien que se puede estar un Martes por la mañana.
- Yo te veo muy bien, Me llamo Bryan, dijo ofreciéndome su mano.
-Hola, yo soy Alice, gracias por sujetarme, le dije mientras me quitaba el abrigo.
Lo dejé en el respaldo de la banqueta, mientras intentaba sentarme a la vez que mi culo rozaba su rodilla.
Sentados ya el uno al lado del otro mi excitación fue en aumento, mis pezones se pusieron duros como piedras .
Mientras terminaba de colocarme puse mi mano en su muslo , a la altura de su ingle, rozando levemente lo que parecía su polla.
Sin duda no sólo lo parecía ya que noté como su pantalón se tensaba. Su erección me daba los buenos días.
Sus ojos verdes me miraron con desconcierto, ahora estábamos cachondos los dos.
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