Siempre pensó que los hombros eran la parte más bonita de todo su cuerpo, pero hay partes que se esconden a nuestra vista, habitan en las profundidades de sus ojos color caramelo, partes que hasta ella misma desconocía, pero yo que la observaba en ese espejo de 2 x 2 podía adivinarlas.
No se le notaba la clavícula , pero se intuían debajo de esos hermosos hombros.
El pecho tuvo tiempos mejores, allá por los 80, quizá cuando aún podía ir sin sostén. Cuándo miraban al frente, sinuosos firmes y decididos.
La maternidad los transformó, fue pura magia, no sólo por alimentar al cachorro humano, si no por el vínculo al amamantar.
Nunca volvería a sentirse tan poderosa, tan valiente, tan protectora de la manada, ELLA tan libre.
Las estrías se ocultaban , a primera vista, pero si esperabas unos segundos podías verlas en su plenitud, recordando el esfuerzo de la piel, cuando tus pechos duplican su tamaño , pero sólo durante la crianza, y la piel se estira y se estira para nunca recuperar su textura anterior.
Estaba orgullosa de las cicatrices que deja la vida, las de sus pechos eran las primeras que podias ver, pero no eran las únicas. Otras ardían en su interior , pero no las dejaba salir, no podian rendirse.
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