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SERENDIPIA -CAPITULO 1


El verano comenzó cálido, pero a finales de julio el calor era espeso y sofocante.
Te dejaba la piel dulzona y el sudor hacía el resto.

Este verano iba a ser tranquilo, ni playa, ni festival de Benicasim ni interrail con belgas de Erasmus.
Necesitaba encontrar el equilibrio,apaciguar sus pensamientos, llenar el alma y disfrutar de la sabiduría, que solo tus amigas, tus grandes amigas poseen.

Nos conocimos en  verano, allá por 1999, un verano pletórico. Los 15 años es lo que tienen, un presente lleno de futuros, escondidos en nuestras retinas, agazapados tras nuestras risas, tras las quedadas en las escaleras de la farmacia, y en el patio de las escuelas.

Veranos que parecían infinitos, hasta que Septiembre hacia su aparición.

De todas ellas Ley era mi otra mitad, la otra cara de mi Luna, valiente, decidida, realista y con dos ovarios muy bien puestos.

Elena era como un universo paralelo, conseguía lo inimaginable, testaruda, rompedora, y adelantada a su tiempo. Inusual diría yo.

Rita burlaba al tiempo, su mirada irradiaba ternura, fuerza, sin duda la más inteligente de las cuatro.
Las cuatro mosqueteras iban a pasar el verano de sus vidas.

Por cierto, yo soy Candela y espero que esta historia hable por si sola.


Fue una buena idea comprar ese juego de maletas, parecía que cuatro no eran suficientes, entre cazadoras, stilettos , libros y manuscritos  parecía que me mudaba.

Nunca me ha gustado leer en una pantalla, me gusta el "libro analógico" , el ruido de las hojas al pasar, el olor.
 La tecnología y yo estábamos distanciadas, pero mi trabajo me obligó a actualizarme y la mayoría de los manuscritos llegan por en formato digital, ya casi nadie escribe a máquina, no sé si algún día tendremos una relación cordial.

El Jeep iba hasta la bandera, ni en la guantera cabía un clavo. Muy típico de mí, por otro lado. No esperé a que dieran las 12, hui de Madrid a la misma velocidad que mi pelo se encrespaba con la humedad.

Cuando llegué a Covaleda hacía una noche increíble, 22 graditos, un cielo cubierto de estrellas, más de las que recordaba, y un silencio que lo inundaba todo.
Respiré profundamente, llenándome de los primeros recuerdos,de mis veranos en el pueblo, mi paraiso particular.

Estaba sacando las maletas del coche cuando un cosquilleo en mi pie izquierdo me hizo bajar la mirada, pero que cojones...

Allí estaba Coque , el zhi zhu de Ley, miràndome con esos preciosos ojitos saltones.

-Pero Coque, que haces aqui. ¿Te has vuelto a escapar? Tendrás a Ley como una loca.
Marqué corriendo el número de Leyre y avisé de mi nuevo inquilino.
-Venga Coque, entra en casa y me echas una mano.

Abrí como pude la puerta del jardín, una puerta pequeña de hierro, compartida con el vecino y dividida en dos, empujando hacia arriba el cerrojo que la presionaba para liberar la otra mitad . 

Empujé con todas mis ganas y cuando por fin abrí, el ruido de la palanca chocando con el hierro sonó sordo y potente.
Coque se puso a ladrar.
-venga Coque ya está, así no me ayudas.

Subí los 3 escalones que me separaban de la puerta principal, metí la llave en la cerradura y usé la fuerza de mi cuerpo para empujar con el hombro derecho y terminar de abrir con el culo.

El olor a cerrado se me echó encima, solté los bultos que llevaba y resoplé por el esfuerzo, mientras mi flequillo subia y bajaba.

Coque entró como perro por su casa, nunca mejor dicho, y se fue directo a por el cuenco de agua, vacio despues de 2 meses.
Lo llené y mientras coque bebía terminé de meter los bultos.

Estaba cerrando el coche cuando otro aparcó a 3 metros, era un cayenne azul petroleo, con cristales tintados.
-vaya maravilla, 420cv a 6200 revoluciones por minuto.

Absorta en el cayenne bajó el conductor, alto, pelo canoso y barba de 3 dias, llevaba unos levis que enmarcaban un gran culo, si señor.

No llevaba las gafas así que no le reconocí, pero un escalofrío recorrió mi espalda.
Se giró y me miró de soslayo, dando un salto entré en casa, disimulando, me había pillado con todo el equipo.

-vaya vaya , el vecindario mejora por culitos, joder por momentos.

Cuándo entré Coque me recibió como sí llevara días sin verme, movía el rabo tán rápido que movía tambien su culo, maldita Beyoncé.

Esta casa me encantaba, no sólo por el tiempo que dediqué a su decoración, si no por todo lo que me hacía sentir.

El olor a la leche hirviendo, cuando la abuela Goya hacía galletas de nata.
El olor a la lumbre en la cocina, para calentarnos en invierno.
Los veranos compartiendo habitación con Elena en el piso de arriba, y desayunando foskitos con mirinda.
Las duchas en 2 minutos para que no se gastara el agua caliente.

Umm una ducha es lo que necesito.

-Coque voy a deshacer el equipaje, ¿ subes conmigo?


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