Cuenta la historia que un 19 de Enero, lunes de luna nueva, nació una niña bajo el signo de Capricornio. Su cabecita pelona no pudo predecir la larga y lacia cabellera rubia que la acompañaría toda su infancia. Recogida de lunes a viernes en una espesa cola de caballo y suelta e indómita sábados y domingos. Los rayos del Sol la fueron cubriendo de hermosos reflejos que siempre conseguían que sonriera cuando se veía reflejada en el espejo. Sin darse cuenta de todo lo que palpitaba en su interior y no acertaba a ver en el espejo. Sus grandes ojos del color del chocolate caliente daban buena cuenta de su herencia materna y sus rectas cejas, que en ocasiones fueron una solo, de su herencia paterna. No penséis ni por un minuto que su herencia terminaba aquí, lo mejor estaba por llegar, revuelto con inmensos pinos albal de un monte infinito coronados por un pico nevado, y billones de granos de arena bajo sus pies que cubrían el suelo que pisaba hasta llegar al océano derramado en una taci
Su memoria hacía tiempo que se había vuelto totalmente selectiva y eso la aturdía un día si y otro también. Sobre todo los días donde sus pensamientos se volvían en su contra y la bombardeaban con críticas feroces y juicios tremendamente hirientes. No conseguía recordar si había hecho algo bien, productivo, si había sentido Amor o compasión, entonces decidió escribir un diario que le recordase a su dolorido corazón todo de lo que era capaz. Algunos días escribía hasta 3 veces, como se sentía, que había comido e incluyó un diario de gratitud. Cuando llegó Diciembre los cuatro primeros cajones del armario estaban repletos de libretas, algunas de tapa dura con llamativos colores, un total de 8 y un diario. Así que cuando su mente la acribillaba con afirmaciones o preguntas tipo: - Eres una perezosa. - ¿Quién crees que eres tú para dar consejos? - ¿ Quién va a querer escucharte? - Hoy no has hecho ejercicio. - Tu tripa sigue ahí. - ¿ Porque estas triste, que derecho tienes ? Ella cerra